viernes, 20 de marzo de 2015

El Telediario de Luis Carandell

Voz cascada, profunda, cada noticia que leía era como si una zarpa felina arañara el terciopelo pero no molestaba al oído, todo lo contrario. Su cadencia de periodista de vieja escuela era un contraste absoluto con sus compañeras de mesa en el Telediario. Luis Carandell llegó a los informativos de fin de semana de la tele pública en septiembre de 1985, con 56 años. Sustituía a otro veterano, casi de la misma quinta, Felipe Mellizo, que había dimitido de su cargo para aceptar un puesto en la agencia EFE. Sin embargo, había una gran diferencia, Carandell formaría parte de una nueva etapa en las noticias de TVE en la que nuevas caras como las de Concha García Campoy, Ángeles Caso, Manuel Campo Vidal, Carlos Herrera o María Escario revolucionarían la forma de dar las noticias. Reportajes más directos, un uso de la imagen acorde con las nuevas tecnologías, tele-prompter para leer mirando al objetivo de la cámara y no al papel... Y allí estaba don Luis, con su pinta de catedrático, chaquetas de corte clásico, corbatas añejas, cortinilla en la cabeza y perilla de viejo diputado. 

Habitualmente usaba la ironía, esa que había ido desarrollando en sus distintas corresponsalías (desde Japón a Tailandia, pasando por Israel, URSS o Egipto por citar algunas), etapa en la que había adquirido tintes de diplomático en su trato a pesar de que sus crónicas solían ser bastante aceradas. En tiempos de censura franquista había sorteado la imposibilidad de ser claro con un finísimo sarcasmo que los inútiles funcionarios encargados del control de la prensa eran incapaces de entender. Ese humor tan especial también lo había practicado en revistas satíricas de la Transición bajo pseudónimo así que no es de extrañar que, a pesar de su edad, su verbo barroco y su aspecto austero, se convirtiera en uno de los presentadores más "modernos" de aquella tele ochentera. Sin embargo, en su trabajo como presentador tuvo que comunicar noticias tristes, impactantes, luctuosas y sabía darles el tono adecuado. Fue él, por ejemplo, quien comunicó a los españoles que Tierno Galván, probablemente el alcalde más querido y respetado por los madrileños, había fallecido prematuramente (a ese momento pertenece la imagen superior).
   Carandell estuvo al frente de los TD sabatinos y dominicales dos años. Un bienio en el que consiguió el respeto de la audiencia. Era un caso atípico, el de un "debutante" en las tareas de presentación con una edad provecta para lo habitual en un medio fagocitador de juventud como la tele. Un día de 1987 don Luis dejó el decorado del mapa-mundi para ocupar el de "La hora del lector".

De repente nos quedamos sin sus Telediarios de autor y, lo que es peor, ni siquiera lo devolvieron al Congreso desde donde nos había regalado crónicas impagables, siempre con referencias al cuaderno de sesiones del siglo pasado. Su recuerdo a las palabras de Sagasta o Cánovas del Castillo eran auténticas parábolas del presente. Si ya en los ochenta los diputados quedaban en mal lugar en la comparación con la retórica de sus predecesores, los actuales simplemente no hubieran aceptado el símil.

Un ejemplo de uno de aquellos Telediarios del 85:



Y un documental en el que sus compañeros le recuerdan con un cariño que emociona:


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